martes, 3 de marzo de 2009

Manual para (no) especular





Una nota de José Miguel Moreno para quienes quieran entender que le espera a la bolsa de valores; notas y pronósticos hay muchos. Sin embargo, esta tiene la curiosa característica de haber demostrado su certeza desde octubre (2008) y cumplirse al pie de la letra hasta este inicio de marzo 2009, pueden buscarla en ("el semanario" En Octubre de 2008)


 



EL FUTURO DE WALL STREET

Son días en los que el pánico se entrevera con la euforia. A derrumbes históricos en las bolsas le suceden espectaculares “rallies”. En poco tiempo, los valores bursátiles han sido despedazados. Y al inquieto inversionista, siempre al acecho de gangas, le corroe la apremiante pregunta de siempre: ¿es ésta una de esas oportunidades que raras veces se presentan en cada generación para comprar barato y enriquecerse sin grandes esfuerzos, o es todavía demasiado pronto?.

Saberlo es imposible. Cualquier respuesta que se dé es por fuerza muy aventurada. Los sabios dicen que “el pasado está dado y no se puede cambiar, y el futuro es incierto y no se puede predecir”, y esa máxima, aplicada a los mercados financieros, es más válida aún en tiempos de zozobra y virulentos espasmos.

Pero también dicen eso de que “el pasado se recuerda, y el futuro se imagina”. Lo que se ha recordado han sido tres crisis con las que se suele establecer bastantes paralelismos: la recesión de 2001, la “trampa de liquidez” de Japón a principios de los noventa y la Gran Depresión. Y a partir de esas experiencias, la perversa imaginación nos lleva a concluir que todavía puede ser demasiado pronto para entrar en la bolsa, y modestamente se aconseja esperar. ¿Qué recuerdos despertaron tan apáticas visiones? 


LA RECESIÓN DE 2001

Uno recuerda, sobre todo, la última recesión, la de 2001, preludio de la actual. Su origen

fue otra burbuja, la tecnológica, y se salió de ella a base de imprimir dinero barato y de regalar efectivo a los más pudientes con recortes de impuestos, algo que el ahora premio Nobel Paul Krugman se encargó de denunciar de manera pertinaz. Una crisis que ya manifestaba los escandalosos desequilibrios de la economía de EU, desequilibrios que se exacerbaron con la salida de la recesión, y que transcurrió bajo el constante fantasma de la “trampa de liquidez”.

La recesión en sí no resultó ser nada del otro mundo. Fue buena, bonita y barata, la más breve y suave de la historia de EU. Oficialmente duró de marzo a noviembre de 2001. Pero lo costoso fue alentar la recuperación. Las empresas siguieron destruyendo empleos en el año 2002 y la primera mitad de 2003, y para reactivar a la economía, la Fed siguió reduciendo las tasas hasta llevarlas a 1% en junio de 2003. 

Las bolsas pagaron caro el escaso dinamismo para salir rápido de la crisis: Wall Street registró tres años consecutivos de pérdidas, algo que no acontecía desde la Gran Depresión. Y el peor año de todos, y esto es importante remarcarlo, fue el último, el 2002, ya con la recesión concluida, ante la frustración de ver a la economía renquear más tiempo de lo que se había augurado. Ese año el S&P’s 500 se desplomó un 23.4%.

 

                                          S&P’s           Dow Jones    Nasdaq    

2000                                 -10.1%              -6.2%          -39.3%    

2001                                 -13.0%              -7.1%          -21.1%    

2002                                -23.4%             -16.8%          -31.5%   

Caída Ciclo (Max-Min)   -49.1%             -37.8%         -77.9%           

2003                                 +26.4%          +25.3%           +50.0% 

 

 

En esa debacle, el S&P’s 500 se dejó, entre su máximo del año 2000 y su mínimo de 2002, casi un 50% mientras que el Dow Jones se hundía un 38%. Peor le fue al índice tecnológico del Nasdaq, detonante de la crisis, que se desplomó casi un 78%. Eso sí, los rebotes en el 2003 fueron bastante jugosos.


LA “TRAMPA DE LIQUIDEZ” EN JAPÓN

Más alejada en el tiempo y en el espacio es la crisis japonesa de principios de los noventa detonada, al igual que la actual, por el estallido de una burbuja inmobiliaria que arrastró consigo a la banca,  deprimió el precio de los activos, llevó a la economía a una etapa de deflación  y desencadenó un largo período de estancamiento de la que no ha logrado salir aún.  El recuerdo, todavía muy latente, es que por primera vez la experiencia avaló la existencia de la hipotética “trampa de liquidez” keynesiana.


Precisamente, la “trampa de liquidez” es una amenaza que pende sobre la economía de EU, y la crisis nipona es un buen espejo donde mirarse. A pesar de las abruptas bajadas de tasas, a pesar de todo el dinero inyectado, la expansión monetaria se ha visto neutralizada por el aumento de la preferencia por la liquidez de las entidades financieras. El riesgo es que, sin crédito, la demanda interna se desmorone, el precio de los activos sigan cayendo y la política monetaria se vuelva inefectiva.

Esta crisis, la de Japón también se saldó con tres años consecutivos de caídas en las bolsas: 1990, 1991 y 1992. Lo peor es que tras ese período, el Nikkei se quedó varado en los niveles de 1992 por muchos años.

En 1990, ante las subida de tasas de interés y el derrumbe en los precios inmobiliarios, el Nikkei se desplomó un 38.7%. Aun así, la economía creció a un extraordinario ritmo de 5.2%. En 1991, la situación parecía estabilizada: el PIB se expandía a una tasa de 3.4% y el Nikkei quedaba casi en tablas. Después llegó el inesperado puyazo: la economía seguía perdiendo fuerza por la pérdida de riqueza, y a pesar de las agresivas rebajas de tasas, no se logró reanimarla. En 1992, la economía moderaba su crecimiento a un 1% y el Nikkei se hundía un 26.4%.

La salida de la crisis fue muy lenta, tan lenta que al contrario de lo que pasó en la recesión de EU de 2001, en el primer año que subió el Nikkei, en 1993, apenas lo hizo un 2.9%. Desde el máximo de 1989, los 38,915 pts al mínimo del 18 de agosto de 1992, los 14,309.41 pts, el Nikkei se dejó un 63.2%.

El problema de Japón, por tanto, fue que la recuperación no se dio al caer en una “trampa de liquidez”. El fracaso de Tokio se atribuye a que la autoridad monearía actuó demasiado tarde y demasiado lento, y es esa lección la que llevó a Greenspan en el 2001 y a Bernanke ahora a actuar con celeridad y agresividad tan pronto aconteciera un derrumbe en los precios de los activos.

 

 

                       1990      1991    1992    1993    1994    1995     1996    1997    1998

Nikkei  %       -38.7      -3.6    -26.4      2.9       13.2     0.7       -2.6    -21.2     -9.3

PIB Anual %   5.2         3.4       1.0      0.2         1.1     1.9         3.4       1.9     -1.1     

 

 

LA GRAN DEPRESIÓN

 

 

Más difícil es recordar el pasado en el que no estábamos, el de la Gran Depresión, donde todo nos llega por lo leído. Pero nos cuentan que también los norteamericanos vivían de prestado, y así compraban autos y viviendas, hasta que no pudieron pagar y reinó la desconfianza. Los paralelismos por los desplomes bursátiles, el pánico en los mercados, las quiebras bancarias y su impacto mundial son válidos. La fuerte contracción del consumo privado, uno de los temores de esta crisis, también fue una de sus características. Pero no así la respuesta de las autoridades, que contribuyeron a agudizar la debacle al no atajar los problemas de liquidez, propiciar la contracción de la actividad y conducir a una etapa de deflación.

 

                          1929     1930     1931      1932     1933     1934   1935    1936    1937

S&P’s 500 %    -11.9     -28.5    -47.1      -14.8      44.1      -4.7    41.4      27.9    -38.6

Dow Jones %    -17.2    -33.8     -52.7      -23.1      66.7       4.1    38.5      24.8    -32.8

PIB Anual %     N.D.     -8.6     -6.4        -13.0      -1.3      10.8     8.9      13.0      5.1

N.D. No Disponible

 

 

El cataclismo de 1929 fue mucho peor que los anteriores casos: las bolsas se despeñaron durante cuatro años consecutivos y la economía entró en una terrible depresión, con una contracción de 13% en 1932 y una tasa de desempleo de 25%. Un escenario como ese es impensable ante la avalancha de políticas públicas que se han aplicado en la crisis actual, lo que sin duda es crucial para suavizar el ciclo bajista. En la Gran Depresión, el Dow Jones se desfondó entre su techo y su piso un 89%.

 

 

¿Y PARA ESTA RECESIÓN?


Éstas son las tres crisis con las que se suele comparar la actual. Cada una es un mundo y la que se nos viene encima, aunque comparta elementos con las que acabamos de ver, tiene su propia particularidad.

En todas ellas, se produjo un desplome en los precios de los activos. En el 2001 fueron las empresas tecnológicas, que a pesar de su relevancia, no tiene el mismo peso en la riqueza de las familias que la vivienda. En Japón, el origen fue una crisis inmobiliaria, pero no tuvo la dimensión mundial de la actual y la respuesta a ella fue tardada y lenta. En la Gran Depresión no hubo respuesta ninguna y se vivió una gran catástrofe.

Pero en todas ellas, el costo para las bolsas fue de al menos tres años de caídas, con el último de ellos siendo especialmente doloroso ante las dificultades para salir de la recesión.

La historia puede volver a repetirse. El despliegue intervencionista del pasado fin de semana contribuirá a normalizar a los mercados de dinero y estabilizará a las bolsas. Pero no logrará eludir una recesión que será más grave que la de 2001.

 En esta crisis, el gasto de consumo entrará en contracción tras casi 17 años de continua expansión. El voraz consumidor estadounidense está muy endeudado, está perdiendo su empleo y carece de créditos, por lo que se verá forzado a ahorrar. Además, ya no hay activos baratos en los que invertir como sucedió en el 2001 con la vivienda. No son baratos los bonos, ni las acciones ni las casas. Hay una preferencia por la liquidez tanto de las familias como de los bancos que neutralizará la efectividad de la política monetaria. 

La Fed volverá a bajar tasas según avanza la recesión, pero no funcionará para sacar a la economía del hoyo. Y el margen de la política fiscal, con el dineral que están pagando por el rescate el sistema financiero, es muy limitado.

Por tanto, y al igual que en las crisis anteriores, uno se puede figurar que la recuperación será muy despaciosa. Este año ya no se salvarán las bolsas de un fuerte varapalo. Quizás al inicio del año que viene traten de recuperarse anticipando una recesión breve, pero posiblemente sea un espejismo y se irán a nuevos mínimos.

 En las tristes ensoñaciones que nos traen los recuerdos de crisis anteriores, vemos una larga tendencia bajista en Wall Street hasta quizás el 2010, que si se sigue otros patrones, puede resultar angustioso: en medio habrá algunos rallies suculentos, pero el máximo no tocará el techo del rally precedente, y cada recaída supondrá pisar nuevos mínimos. 

El Dow Jones podría caer, en ese penoso divagar, por debajo de los 7,000 pts y aproximarse a los 6,000, y el S&P’s 500 podría irse a niveles cercanos a los 700 pts. De ser así, en todo el ciclo bajista, el Dow Jones y el S&P’s 500 perderían cerca de un 55%, más que en al crisis de 2001, pero menos que el Nikkei a principios de los 90 y mucho menos que en la Gran Depresión. Ése es el costo que Wall Street puede pagar por los excesos del pasado, una calle que perderá en los próximos años mucho del resplandor y el glamour del que ha gozado durante tantas décadas.

JM

              

 

 

 

 

 

 

 

 

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